Capítulo 1

Por algún motivo, aquella noche parecía más oscura que las demás. La luna, temerosa, se escondía tras las nubes, como negándose a ser testigo de lo que sucedía en la Tierra. Sentados en el comedor de la casa, frente a la cena recién servida por mamá, mi familia veía el noticiero. Cuando esto ocurría, por más que les hablara sabía que nadie me respondería, parecían hipnotizados por las voces que provenían del televisor. No comprendía por qué querían ver siempre las noticias cuando solo comentaban cosas malas. A mí, la verdad, no me gustaban; me parecían escenas de una película de terror....

Capítulo 2

Desperté con los rayos del sol envolviendo y entibiando mi cuerpo. Con los ojos entreabiertos, noté que el cielo ya no era gris sino azul y estaba acompañado de sonrientes nubes blancas. Cuando escuché las olas escurriéndose entre las rocas, me puse rápidamente de pie, dando un grito de emoción: —¡Estoy en la playa! Al ver que había huido de ese sombrío lugar, di un brinco en el aire de puro contento y me desplomé sobre la arena. Estando echado, la marea jugueteaba con mis pies, me mojaba y se escapaba una y otra vez, mientras yo permanecía quieto para hacerle creer que no me daba cuenta...

Capítulo 3

Como el sol quemaba cada vez más, me tuve que alejar del mar, y por mucho que buscaba sombra, no había ni un solo árbol a la vista. Me comenzaba a sofocar, el suelo parecía estar hirviendo y el aire caliente dificultaba respirar, así que aceleré el paso hasta que, por fin, divisé a lo lejos lo que parecía un cementerio de árboles y troncos secos. Me acerqué y, entre ellos, encontré un viejo roble que parecía aún tener vida. Colgaban de él, unas cuantas hojas que testimoniaban su antiguo y extinto verdor. Algunas de sus raíces podían verse sobre el suelo como si hubieran salido a buscar agua...

Capítulo 4

Terminada mi promesa, me sequé las lágrimas y emprendí la búsqueda de los bosques. Al alejarme, encontré un camino por el cual decidí avanzar. Después de un largo trecho, me sorprendió encontrar un lugar que aún conservaba vegetación, con pasto y flores por doquier, pero sin árboles. ¡Era un valle! En él, pude divisar pequeñas criaturas que caminaban a lo lejos. Me acerqué para saber quiénes eran y quedé impresionado al descubrir que eran verduras, animales, frutas y otros vegetales, que caminaban alegremente mientras hablaban entre ellos. Quien llamó más mi atención fue una señorita...

Capítulo 5

Aún meditando sobre lo que dijo la señora Tortuga, retomé mi búsqueda del bosque. De pronto, me di cuenta que el sol ya se ocultaba; era el momento de encontrar un lugar donde pasar la noche y descansar. Un poco apartada del camino que iba siguiendo, descubrí una cueva. Luego de acercarme, llamé una y otra vez, pero nadie me contestó; al parecer estaba deshabitada. Di unos pasos hacia adentro y no encontré a nadie, solo había una cama vieja y desordenada donde yo no cabía. A pesar de ello, estaba tan cansado que me derrumbé sobre ella y casi al instante me quedé dormido...

Capítulo 6

El señor Burro se fue en una dirección y nosotros seguimos por el lado contrario. Caminamos un buen trecho hasta que vimos que el camino se dividía en dos senderos. Al ver que teníamos que decidirnos por uno, nos sentamos a descansar y, de paso, deliberar cuál sería la mejor opción. Zorrillo señalaba que debíamos ir en una dirección, cuando sentí una picazón en la pantorrilla. Me arremangué el pantalón y al bajar la mirada, vi que la causante era una pequeña hormiga que movía sus antenas desesperadamente, como reclamándome. Incómodo por el escozor, le pregunté: —¿Por qué me has picado la pierna?...

Capítulo 7

Luego de una larga caminata, finalmente llegamos al pie de la primera colina. En la cima, divisamos la choza; estábamos en el camino correcto. Zorrillo y yo festejamos el hallazgo, pero nuestra alegría se interrumpió al recordar que todavía no teníamos un plan para convencer a la agresiva criatura y lograr que nos guiara hacia el bosque. Preocupados en buscar una estrategia, no nos habíamos percatado del «cri cri» melodioso y dulce que emitía un grillo armonioso. Sin embargo, cuando más grillos se fueron uniendo a la tonada, fue imposible no detenerse a escuchar el concierto...

Capítulo 8

Alegres como estábamos de tanto cantar, llegamos a la cima de la colina con rapidez. Una vez allí, nos acercamos a la choza y, sin pensarlo dos veces, tocamos la puerta: «Toc, toc, toc», pero nadie nos respondió. Nos había costado mucho llegar hasta ahí, así que decidimos no darnos por vencidos e insistimos una y otra vez, hasta que, finalmente, escuchamos una voz amargada que gritaba desde adentro: —Quien sea que esté allí, ¡váyase! La voz era tan seca y enérgica que nos asustamos, pero como ya sabíamos que algo así pasaría, tomamos valor y volvimos a tocar la puerta de la choza...

Capítulo 9

En medio de este desconcierto, escuchamos una voz pausada, que alrededor resonaba. Buscamos con la mirada de dónde provenía y no encontramos nada; pues resultaba que quien hablaba era la misma colina, donde la choza se acentaba. Y decía: —Blanquita, por mucho tiempo te has refugiado en mí, escondiéndote de los demás; pero nunca dejaste de ser una oveja porque esa es tu naturaleza. He sido tu única amiga y sé cuánto has sufrido; has pasado demasiado tiempo sola, escondida en un disfraz. Ya es momento de que seas tú misma y busques el propósito de tu vida...

Capítulo 10

Luego de contarle a Blanquita lo que motivaba nuestra búsqueda, retomamos nuestro camino hacia el bosque. Ahora éramos tres amigos dispuestos a cumplir el deseo del señor Roble. Mientras caminábamos, el sol entibiaba el día. Incluso las nubes parecían estar contentas. Y, a medida que avanzábamos, diversos colores pintaban el firmamento hasta que, por último, se juntaron y formaron un arco muy hermoso, parecido a la entrada del mismo cielo. Estábamos muy contentos tarareando la canción que le había gustado a Blanquita, cuando escuchamos un ruido entre los arbustos...

Capítulo 11

Ahora ya éramos Zorrillo, Blanquita, Lorín y yo quienes íbamos hacia el bosque. En grupo, la caminata se hacía más amena. Avanzábamos silbando, cantando y saltando, sin darnos cuenta de que llegábamos al final del camino recto y empezaba una pronunciada bajada. De pronto, Blanquita nos dijo casi gritando: —¡Deténganse! ¡Deténganse! En el acto, todos nos detuvimos y la miramos atentamente para saber qué pasaba. Luego de una corta pausa, ella levantó la patita derecha para señalar hacia abajo y dijo...

Capítulo 12

Zorrillo, Lorín y yo nos encontrábamos por fin delante de los árboles que tanto habíamos buscado. Sin embargo, nos dimos cuenta de inmediato que tendríamos que enfrentar dos grandes problemas. El primero era que el polvillo de la contaminación había tapado sus oídos, y el segundo, que eran tantos y nosotros tan pocos que nunca nos escucharían todos. Supimos que era el momento de llamar a la única que nos podía sacar del apuro. Tomados de las manos y las patas, gritamos a viva voz...